
La sequía deja resaca a los productores de cava. Este 2024 se va a cerrar con una caída de ventas de 21 millones de botellas, desde los 170 millones a los 149, por efecto de una “situación coyuntural” que amenaza con ser recurrente: la falta de agua en los viñedos. Ya van tres años consecutivos que las tierras del Penedès, cuna del cava, saca la lengua por falta de hidratación. “Una sequía así yo no la había visto en la vida”, manifiesta Javier Pagés, presidente del Consejo Regulador del Cava en su segundo mandato y que, anteriormente, fue consejero delegado de Codorníu durante más de una década. “Dependemos de la naturaleza. Menos uva es menos vino base para hacer el cava. No podemos sacar vino de donde no lo hay”, reconoció Pagés este miércoles, en una convocatoria con varios medios en Barcelona. Admite que “a nadie la gusta perder ventas” pero su análisis esquiva la pesadumbre porque la pérdida de envíos se produce de manera paralela a un aumento del precio medio de cada botella, acercando uno de los retos que ansía la marca cava desde hace años: “Se baja en volumen pero se sube en valor”, concede Pagès.