
Cuando la secretaria particular del presidente electo Andrés Manuel López Obrador llamó por teléfono a Iñaki Echeverría era mediados de 2018. El arquitecto estaba dando clases en la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, y tardó un momento en creerlo. Llevaba una década lanzando propuestas para restaurar el lago de Texcoco sin mucho éxito y finalmente había conseguido que un mandatario a punto de tomar posesión quisiera escuchar su idea. Voló esa misma semana a México para encontrarse con López Obrador, quien revisó su estrategia y le invitó a formar parte del Gobierno federal. Podía cumplir su sueño pero tenía que hacerlo como parte de la Administración. No había sido nunca funcionario público y pidió entonces 24 horas para pensárselo. La solicitud, que resultaría exótica para muchos, acabó siendo comidilla de las bromas del presidente en las reuniones del Gabinete de Infraestructura tiempo después, tras haber aceptado el encargo.