
Hace apenas tres años, a finales de agosto de 2021, publiqué en estas mismas páginas un artículo titulado Las cinco olas yihadistas, que lleva un destacado en forma de resumen que dice: “El regreso de los talibanes a Kabul se perfila como un nuevo y poderoso acicate para el islamismo radical en Oriente Próximo, el norte de África y el Sahel”. Hoy, esa quinta oleada radical islámica, azuzada por el mismo wahabismo de origen saudí que desató la primera en el siglo XIX —pero más evolucionado—, ha arrasado desde el norte de Siria la tambaleante dictadura de la familia El Asad y abierto las puertas a un eventual tsunami que amenazaría a Irán y cumpliría los sueños más húmedos de la coalición de ultraderecha que gobierna Israel bajo la mano teñida de sangre de Benjamín Netanyahu.