
La familia real británica es una montaña rusa de condenas y redenciones, de castigos y de premios. Sarah Ferguson escandalizó a los Windsor cuando los británicos vieron las fotografías de su amante, chupándole el dedo gordo del pie, en una playa del Caribe. O cuando se conocieron sus turbios manejos de tráfico de influencias para financiar un elevado ritmo de vida. Y, sin embargo, la duquesa de York se ha ganado esta semana los elogios y agradecimientos del rey Carlos III, según publican varios medios del Reino Unido, por sus discretas labores diplomáticas para convencer a su exesposo, el príncipe Andrés, de que debía evitar a su hermano una nueva situación embarazosa.