
Un nuevo orden emerge en Hollywood, en una inquietante similitud con la Roma de los últimos días, según el presagio de ciertas películas vistas en 2024. Sería muy exagerado evocar un ocaso cuando el imperialismo del cine estadounidense sigue siendo invencible. Pero es innegable que las sombras se acumulan en un panorama dominado por el contenido a ultranza, por una oferta gloriosa y desmedida, pero también acompañada de un gran sentimiento de vacío, como si ya estuviéramos en ese claroscuro en el que suelen aparecer los monstruos.