Cuando este miércoles, pasadas las dos y media de la tarde, Juan Lobato anunció su dimisión, pocos eran ya los que en voz alta mostraban algún apoyo. Quienes pensaban que dimitiría en su mensaje del martes solo tuvieron que esperar un día para encontrar respuesta al clamor: Lobato es un cadáver político que ni siquiera sería bien recibido en el Congreso que el PSOE celebrará este fin de semana. “Hay que tener bemoles para presentarse en Sevilla”, decía a este periódico una alcaldesa madrileña horas antes de conocer su dimisión.