Hace unos días, Laura cumplió en Vigo su voluntad de morir dignamente. Su historia me recordó la de mi padre, quien hace nueve años, víctima de un incurable tumor cerebral, nos rogó que no permitiéramos que saliera de ese hospital en un estado que no le dejaría expresarse, ni ser autónomo, ni sentirse digno. Seis años después, España aprobaba la eutanasia, y sentí que se hacía justicia. Quedaba mucho por aprender y tabúes por romper. Hoy, el diálogo sigue siendo delicado. Considerar cuándo un caso se encuentra dentro de un contexto eutanásico no parece tarea fácil. Aceptar que hemos de morir tampoco lo es. Buscamos vivir más años, pero con calidad y dignidad. Y para ello, además de los recursos, la información es imprescindible y tres conceptos son necesarios: respeto, empatía y comprensión mutua. Si algún día me encontrara en una situación similar, me gustaría que hicieran lo mismo por mí, si lo deseo así.