El desorden es total en la política chilena. Fragmentación general, indisciplina interna de los partidos, polarización de las elites parlamentarias y reglas políticas que están haciendo agua por todas partes. Últimamente, la bancada de diputados socialistas se ha fracturado —en modo cínico— por la partida de un diputado irrelevante (Jaime Naranjo), sincerando a medias que tras esta partida se encuentra presente el temor de no ser nominados como candidatos a la reelección. Si bien las elecciones locales arrojaron una victoria relativa de la derecha, la segunda vuelta de gobernadores de este domingo entregó formalmente un empate (un número casi idéntico de regiones para el oficialismo y la oposición) y, a decir verdad, un triunfo para todas las izquierdas: triunfar en las dos regiones más pobladas de Chile (Metropolitana y de Valparaíso) es un resultado que habla por sí solo, sobre todo cuando lo que se buscaba en esta elección era plebiscitar el apoyo o rechazo al gobierno. Vaya error de la derecha opositora.