El bloqueo de los bancos extranjeros ha empujado a las empresas rusas a reinventarse. El trueque, una práctica que se remonta al neolítico y a crisis económicas pasadas, se ha convertido en una alternativa para las firmas rusas al intentar eludir las sanciones impuestas por occidente por la invasión de Ucrania. El Kremlin, que ha fracasado en su intento de sustituir las importaciones por la marca “hecho en Rusia”, incluso ha elaborado una guía para estas rudimentarias transacciones.