
El gran boquete circular en una de las paredes no le impedirá a Francisco Pedreño reabrir su peluquería. Tampoco la falta de ventanales en la entrada, ni el hecho de que en Paiporta (Valencia) la nueva normalidad tras la dana de octubre se ha convertido en la presencia de más militares que vecinos en las calles y una constante nube de polvo que acosa a quien se cruce. No importa. “Volver a abrir los negocios es devolverle la dignidad a este pueblo”, clama Pedreño, quien hace cuatro décadas, con apenas 21 años, se aventuró en abrir su local. “Era lo que me gustaba y ahora es lo único que sé hacer”, zanja.